miércoles, 30 de enero de 2013

Cuestiones sobre Roma


1ª.¿Quer reyes gobernaron en Roma despues de Rómulo?
Fueron:
-NUMA POMPILIO (715 a.C. – 673 a.C.)
-TULIO HOSTILIO (673 a.C. - 641 a.C.)
-ANCO MARCIO (640 aC - 616 aC)
-TARQUINIO PRISCO (616 a.C. - 579 a.C.)
-SERVIO TULIO (578 a.C. - 535 a.C.)
-TARQUINIO EL SOBERBIO (535 a.C. - 509 a.C.)
2ª.¿En que año se paso la monarquia a la Republica en Roma?
Roma se paso a la Republica en el año 509a.C-27 a.C

3ª.Tipos de asambleas que habian en la republica Romana:
Se encontraban tres tipoes y eran:
-Asamblea por Curias
El Comicio por Curias era la más antigua asamblea romana después del Comisio Calata.
-Asamblea por Centurias
El Comicio por centurias incluía a patricios y plebeyos organizados dentro de 5 clases económicas y distribuidos entre divisiones internas llamadas centurias.
-Asamblea por Tribus
El comicio por Tribus incluye a patricios y plebeyos distribuidos entre 35 tribus en las cuales todos los ciudadanos romanos son ubicados para propósitos administrativos y electorales.
4ª.¿Que eran os maxistrados de Roma, que caracteristicas tenia este cargo?
Se llama magistratura romana a la dignidad, cargo y conjunto de atribuciones con las cuales, en la antigua Roma, se investía a un ciudadano para que desempeñara determinadas funciones relacionadas con la administración y dirección política de la ciudad.
Dicha magistraturas constituían el gobierno regular de la ciudad, y por ello eran llamadas ordinarias.
5ª.¿Que finciones realizaban os consules, pretores, cemsores, ediles, cuestores y tribunos de la plebe?
-Los Concules
Su cometido era la dirección del estado y, especialmente, del ejército en campaña. Sin embargo, tras el establecimiento del Imperio los cónsules fueron una figura meramente representativa de la herencia de la Roma republicana, ostentando muy poco poder y autoridad, ya que el emperador actuaba como líder supremo.
-Los Pretores
Su función principal era la de administrar justicia en la fase in iure, conceder interdictos y otras funciones judiciales.
-Los Censores
El Censor era responsable de la realización del censo, la supervisión de la moralidad pública, y de ciertos aspectos de las finanzas públicas.

Tribus de la Plebe
Tenian poder de veto sobre cualquier ley o propuesta de cualquier magistrado, incluyendo otros Tribunos de la Plebe.
Poder para ejercitar la pena capital sobre cualquier persona que interfiriese en el ejercicio de sus actividades.
6ª.¿Caracteriscas del Senado de Roma?

Era el poder legislativo dentro de la organizacion de la Republica.
Compuesto por trescientos miembros, Plebeyos y Patricios.
- Se dedicaban a la administración pública exterior o internacional.
- Fiscalizar el culto.
- Revisión de fallos.
- Leyes en general.


viernes, 18 de enero de 2013

VIRGILIO

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Virgilio

Publio Virgilio Marón, más conocido por su nomen, Virgilio, fue un poeta romano, autor de la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas. Formado en las escuelas de Mantua, Cremona, Milán, Roma y Nápoles, se mantuvo siempre en contacto con los círculos culturales más notables. Estudió filosofía, matemáticas y retórica, y se interesó por la astrología, medicina, zoología y botánica. De una primera etapa influido por el epicureísmo, evolucionó hacia un platonismo místico, por lo que su producción se considera una de las más perfectas síntesis de las corrientes espirituales de Roma.
Fue el creador de una grandiosa obra en la que se muestra como un fiel reflejo del hombre de su época, con sus ilusiones y sus sufrimientos, a través de una forma de gran perfección estilística.



La Eneida

Virgilio trabajó en esta obra desde el año 29 a. C. hasta el fin de sus días (19 a. C.) Se suele decir que Virgilio, en su lecho de muerte, encargó quemar la Eneida, fuera porque desease desvincularse de la propaganda política de Augusto o fuera porque no considerase que la obra hubiera alcanzado la perfección buscada por él como poeta.

Historia de las arpías

Así refirió Eneas a la fenicia Dido, reina de Cartago, su encuentro con las espantosas arpías y especialmente con la principal de ellas, Celeno, cuyo nombre significa la Oscura:

"Todavía anduvimos errantes por el caliginoso mar durante tres días sin sol y otras tantas noches sin estrellas; por fin, al cuarto día vimos por primera vez alzarse tierra en el horizonte, aparecer montes a lo lejos y algunas nubes de humo. Amainamos velas y echamos mano al remo sin perder momento; los marineros baten la espuma a fuerza de puños y barren las cerúleas ondas; la playa de la Estrófadas me reciben las primeras, libertado del mar. Los griegos denominan Estrófadas a unas islas del vasto Mar Jónico, donde habitan la cruel Celeno y las otras arpías, desde que, cerrado para ellas el palacio de Fineo, el miedo les hizo abandonar sus abundosas mesas. Jamás salieron de las aguas estigias, suscitados por la cólera de los dioses, monstruos más tristes ni peste más repugnante; tienen cuerpo de pájaro con cara de virgen, expelen un fetidísimo excremento, sus manos son agudas garras, y llevan siempre el rostro descolorido por el hambre...
Apenas desembarcamos en el puerto, vimos esparcidas por toda la campiña hermosas vacadas y rebaños de cabras sin pastor. Entrámosles a cuchillo, ofreciendo a los dioses y al mismo Júpiter parte de aquella presa; luego disponemos en la corva playa los lechos y empezamos a comer aquellos opimos manjares, cuando de pronto acuden desde los montes con horrible vuelo las arpías, y batiendo las alas con gran ruido, arrebatan nuestras viandas y las corrompen con su inmundo contacto, esparciendo en torno, entre sus fieros graznidos, insoportable hedor. Segunda vez ponemos las mesas a gran distancia de allí, en una honda gruta, cerrada por corpulentos árboles que la cubren de espesísima sombra, y reestablecemos el fuego en los altares; mas segunda vez también, desde diversos puntos del cielo, sale la resonante turba de sus lóbregos escondrijos, revolotea esgrimiendo sus garras alrededor de nuestros manjares, y los ensucia con sus bocas. Mando entonces a mis compañeros que empuñen las armas y cierren con aquella familia maldita; hácenlo como yo lo dispongo, ocultando las espadas y los broqueles entre la yerba, y apenas las arpías se dispersan en ruidoso tropel por las corvas playas, y Miseno, desde un alto risco, da la señal con una trompeta, las acometen los míos, y en tan nuevo linaje de lid, acuchillan a aquellas sucias aves del mar; pero su plumaje impenetrable las preserva de toda herida, y tendiendo su vuelo por el firmamento en rápida fuga, abandonan la ya roída presa entre asquerosos rastros de su presencia. Sólo Celeno quedó posada en una eminente roca, desde donde, fatal agorera, rompió a hablar en estos términos:


Hijos de Laomedonte, después de habernos movido guerra, destruyendo nuestros ganados, ¿todavía intentáis expulsar a las inocentes arpías del reino de sus padres? Oíd, pues lo que os voy a decir, y guardad bien en la memoria estas palabras: Yo, la mayor de las furias, voy a revelaros las cosas que el Padre omnipotente tiene vaticinadas a Febo, y Febo me ha vaticinado a mí. A Italia enderezáis el rumbo, y a Italia os llevarán los vientos invocados; lograréis arribar a sus puertos, pero no rodearéis con murallas la ciudad que os conceden los hados, sin que antes horrible hambre, castigo de la matanza que habéis intentado en nosotras, os haya obligado a morder y devorar vuestras propias mesas.

Dijo, y volando fue a refugiarse en la selva."




Traduccion



Servatum ex undis Strophadum me litora primum
210accipiunt; Strophades Graio stant nomine dictae,
insulae Ionio in magno, quas dira Celaeno
Harpyiaeque colunt aliae, Phineia postquam
clausa domus, mensasque metu liquere priores.
Tristius haud illis monstrum, nec saevior ulla
215pestis et ira deum Stygiis sese extulit undis.
Virginei volucrum voltus, foedissima ventris
proluvies, uncaeque manus, et pallida semper
ora fame.
Huc ubi delati portus intravimus, ecce
220laeta boum passim campis armenta videmus,
caprigenumque pecus nullo custode per herbas.
Inruimus ferro, et divos ipsumque vocamus
in partem praedamque Iovem; tum litore curvo
exstruimusque toros, dapibusque epulamur opimis.
225At subitae horrifico lapsu de montibus adsunt
Harpyiae, et magnis quatiunt clangoribus alas,
diripiuntque dapes, contactuque omnia foedant
immundo; tum vox taetrum dira inter odorem.
Rursum in secessu longo sub rupe cavata,
230arboribus clausi circum atque horrentibus umbris,
instruimus mensas arisque reponimus ignem:
rursum ex diverso caeli caecisque latebris
turba sonans praedam pedibus circumvolat uncis,
polluit ore dapes. Sociis tunc, arma capessant,
235edico, et dira bellum cum gente gerendum.
Haud secus ac iussi faciunt, tectosque per herbam
disponunt enses et scuta latentia condunt.
Ergo ubi delapsae sonitum per curva dedere
litora, dat signum specula Misenus ab alta
240aere cavo. Invadunt socii, et nova proelia temptant,
obscenas pelagi ferro foedare volucres:
sed neque vim plumis ullam nec volnera tergo
accipiunt, celerique fuga sub sidera lapsae
semesam praedam et vestigia foeda relinquunt.


Historia de los ciclopes (Polifemo)

"Compañero del desgraciado Ulises, Itaca es mi patria, mi
nombre Aqueménides; la pobreza de mi padre Adamastor
me impulsó a ir a la guerra de Troya (¡Ojalá me durase toda-
vía aquella pobreza!) Mientras huían despavoridos de estos
terribles sitios, mis compañeros me dejaron olvidado en la
vasta caverna del Cíclope, negra mansión, toda llena de po-
dredumbre y de sangrientos manjares. El monstruo que la
habita es tan alto, que llega con su frente al firmamento (¡Oh
Dioses, apartad de la tierra tamaña calamidad!), nadie osa
mirarle ni hablarle. Son su alimento las entrañas y la negra
sangre de sus miserables víctimas. Yo mismo, yo le vi, cuan-
do tendido en medio de su caverna, asió con su enorme ma-
no a dos de los nuestros y los estrelló contra una peña,
inundando con su sangre todo el suelo; le vi devorar sus
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LA
ENEIDA
sangrientos miembros, vi palpitar entre sus dientes las carnes
tibias todavía. Mas no quedó impune; no consintió Ulises
tales horrores, no se olvidó de los suyos en tan tremendo
trance el Rey de Itaca. Luego que Polifemo, atestado de co-
mida y aletargado por el vino, reclinó la doblada cerviz y se
tendió cuan inmenso era en su caverna, arrojando por la
boca, entre sueños, inmundos despojos, mezclados con vino
y sangre, nosotros, después de invocar a los grandes núme-
nes, y designados por la suerte los que habían de acometer la
empresa, nos arrojamos todos a la vez sobre él, y con una
estaca aguzada le taladramos el enorme ojo, único que ocul-
taba bajo el entrecejo de su torva frente, semejante a una
rodela argólica o al luminar de Febo; y alegres en fin, ven-
gamos las sombras de nuestros compañeros. Pero huíd, in-
felices, huíd, y cortad el cable que os amarra a la costa...
porque no es ese Polifemo, tal cual os le ha pintado, el único
que recoge sus ovejas en la inmensa caverna y les exprime las
ubres; otros cien infandos Cíclopes, tan gigantescos y fieros
como él, habitan estas corvas playas y vagan por estos altos
montes. Ya por tercera vez se han llenado de luz los cuernos
de la luna desde que arrastro mi existencia por las selvas,
entre las desiertas guaridas de las fieras, observando desde
una roca cuándo asoman los gigantes Cíclopes, y temblando
al ruido de sus pisadas y de su voz. Los arbustos me dan un
miserable alimento de bayas y desabridas cerezas silvestres;
las yerbas me sustentan con sus raíces, que arranco con mi
mano. Atalayando estos contornos, descubrí vuestras naves,
que se dirigían a estas playas, y a ellas, fuesen de quien fue-
sen, resolví entregarme. Mi único afán es huir de esta mons-
truosa gente; ahora vosotros imponedme el género de
muerte que os plazca."
No bien había pronunciado estas palabras, cuando en la
cumbre de un monte vemos moverse entre su rebaño la
enorme mole del mismo pastor Polifemo, que se encaminaba
a las conocidas playas; monstruo horrendo, informe, colosal,
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VIRGILIO
privado de la vista. Lleva en la mano un pino despojado de
sus ramas, en que apoya sus pasos, y le rodean sus lanudas
ovejas, su único deleite, consuelo también en su desgracia...
Luego que tocó las profundas olas y hubo penetrado en el
mar, lavó con sus aguas la sangre que chorreaba de su ojo
reventado, rechinándole los dientes de dolor; y avanzando
enseguida a la alta mar, aun no mojaban las olas su enhiesta
cintura. Temblando precipitamos la fuga, después de haber
acogido en nuestro bordo al griego suplicante, que bien lo
merecía; cortamos los cables en silencio, e inclinados sobre
los remos, a porfía barremos la mar. Oyonos él, y torció su
marcha hacia donde sonaba el ruido que hacíamos; mas co-
mo no le fuese dado alcanzarnos con su mano, ni pudiese
correr tan aprisa como las olas jónicas, levantó un inmenso
clamor, conque se estremecieron el ponto y todas las olas,
retembló en sus cimientos toda la tierra de Italia, y rugió el
Etna en sus huecas cavernas. Concitados por aquel ruido,
acuden los Cíclopes de las selvas y de los altos montes, y
precipitándose en tropel hacia el puerto, llenan las playas; en
ellas veíamos de pie y mirándonos en vano con feroces ojos,
a aquellos hermanos, hijos del Etna, cuyas altas frentes se
levantaban al firmamento. ¡Horrible compañía! tales se alzan
con sus excelsas copas las aéreas encina o los coníferos ci-
preses, en las altas selvas de Júpiter o en los bosques de Dia-
na. Aguijados por el miedo, maniobramos, atentos sólo a
precipitar la fuga, tendiendo las velas al viento favorable;
mas recordando los preceptos contrarios de Eleno, que nos
recomendaba evitar el rumbo entre Scila y Caribdis, como
muy peligroso, determinamos volver atrás, cuando he aquí
que empieza a soplar el Bóreas por el angosto promontorio
de Peloro, y nos impele más allá de las bocas del río Pantago,
formadas por peñas vivas del golfo de Megara y de la baja
isla de Tapso. Todas aquellas playas que de nuevo recorría,
nos iba enseñando Aqueménides, compañero del infeliz Uli-
ses.
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LA
ENEIDA
En el golfo de Sicilia, en frente del undoso Plemirio, se
extiende una isla, a la que sus primeros moradores pusieron
por nombre Ortigia. Es fama que el río Alfeo de la Elide,
abriéndose hasta allí secretas vías por debajo del mar, con-
funde ahora con sus aguas ¡Oh Aretusa! sus ondas sicilianas.
Obedeciendo a Anquises, ofrecemos sacrificios a los grandes
númenes de aquellos sitios, y enseguida avanzo a las tierras
que el Heloro fertiliza con sus aguas estancadas. De allí se-
guimos costeando los altos arrecifes y los peñascos de Pa-
quino, que parecen suspendidos sobre el mar; a lo lejos
aparece Camarina, a la que los hados no permiten que mude
nunca de asiento, y los campos gelenses y la gran ciudad de
Gela, así llamada del nombre de su río. A lo lejos, en una
vasta extensión, ostenta sus magníficas murallas la alta Acra-
gas, madre en otro tiempo de fogosos caballos. Impelidos
por los vientos, te dejo atrás ¡Oh Selinos! rica de palmas, y
paso los vados Lilibeos, peligrosos por sus ocultos escollos.
Luego me reciben el puerto de Drepani y su triste playa; allí,
trabajado por tantas tempestades, perdí, ¡Ay! a mi padre An-
quises, consuelo único de mis trabajos; allí me dejaste aban-
donado a mis fatigas, ¡Oh el mejor de los padres, libertado,
¡Ay! en vano de tantos peligros! Ni el adivino Eleno, cuando
me anunciaba tantos horrores, ni la cruel Celeno, me vatici-
naron aquella dolorosa pérdida. Tal fue mi última desventu-
ra, tal fue el término de mis largas peregrinaciones, a mi
salida de allí, fue cuando un dios me trajo a vuestras playas.
Así alzando él solo la voz en medio de la atención uni-
versal, recordaba el gran caudillo Eneas los hados que le
depararan los dioses, y refería sus viajes. Calló por fin, dando
aquí punto a su historia.
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VIRGILIO
CUARTO LIBRO DE LA ENEIDA
En tanto la Reina, presa hacía tiempo de grave cuidado,
abriga en sus venas herida de amor y se consume en oculto
fuego. Continuamente revuelva en su ánimo el alto valor del
héroe y el lustre de su linaje; clavadas lleva en el pecho su
imagen, sus palabras, y el afán no le consiente dar a sus
miembros apacible sueño.
Ya la siguiente aurora iluminaba la tierra con la antorcha
febea y había ahuyentado del polo las húmedas sombras,
cuando delirante Dido habló en estos términos a su herma-
na, que no tiene con ella más que un alma y una voluntad:
"Ana, hermana mía, ¿qué desvelos son estos, que me sus-
penden y aterran?
¿Quién es ese nuevo huésped que ha entrado en nuestra
morada? ¡Qué gallarda presencia la suya! ¡Cuán valiente, cuán
generoso y esforzado! Creo en verdad, y no es vana ilusión,
que es del linaje de los dioses. El temor vende a los flacos
pechos; pero él, ¡por cuáles duros destinos no ha sido pro-
bado! ¡ Qué terribles guerras nos ha referido¡ Si no llevase en
mi ánimo la firme e inmutable resolución de no unirme a
hombre alguno con el lazo conyugal desde que la muerte
dejó cruelmente burlado mi primer amor; si no me inspira-
sen un invencible hastío el tálamo y las teas nupciales, acaso
sucumbiría a esta sola flaqueza. Te lo confieso, hermana:
desde la muerte de mi desventurado esposo Siqueo, desde
que un cruel fratricidio regó de sangre nuestros penates, ese
solo ha agitado mis sentidos y hecho titubear mi conturbado
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LA
ENEIDA
espíritu: reconozco los vestigios del antiguo fuego; pero
quiero que se abran para mí los abismos de la tierra, o que el
Padre omnipotente me lance con su rayo a la mansión de las
sombras, de las pálidas sombras del Erebo y a la profunda
noche, ¡ oh pudor! antes de que yo te viole o de que infrinja
tus leyes. Aquel que me unió a sí el primero, aquél se llevó
mis amores: téngalos siempre él y guárdelos en el sepulcro."
Dijo, y un raudal de llanto inundó su pecho.
Ana le responde: " ¡Oh hermana más querida para mí que
la luz! ¿has de consumir tu juventud en soledad y perpetua
tristeza? ¿Nunca has de conocer la dulzura de ser madre ni
los presentes de Venus? ¿Crees que las cenizas y los manes
de los muertos piden tales sacrificios? En buena hora que no
haya logrado doblar tu ánimo afligido ninguno de los que en
otro tiempo aspiraron a tu tálamo, ni en la Libia, ni antes en
Tiro, y que despreciases a Iarbas y a los demás caudillos que
ostenta el Africa, rica en triunfos; pero ¿ has de resistir tam-
bién a un amor que te cautiva? ¿ No consideras en qué país
te has fijado? Por un lado te cercan las ciudades de los Gé-
tulos, gente invencible en la guerra, y los Númidas, que no
ponen freno a sus caballos, y las inhospitalarias Sirtes; por
otro un árido desierto y los impetuosos Barceos, tan temidos
en todos estos contornos. ¿ Qué diré de las guerras con que
te amaga Tiro, y de las amenazas de tu hermano?...Creo en
verdad que el viento ha impelido a estas costas las naves
troyanas bajo el auspicio de los dioses y por el favor de Juno.
¡ Qué aumento recibirá esta ciudad! ¡Oh hermana! ¡Qué im-
perio será el tuyo con ese enlace! ¡Cuánto se sublimará la
gloria cartaginesa con el auxilio de las armas troyanas! Tú
únicamente implora a los dioses, y ya aplacados con tus sa-
crificios, conságrate a los cuidados de la hospitalidad y discu-
rre pretextos para detener a Eneas y a los suyos, mientras la
borrasca y el lluvioso Orión revuelven los mares, y están
rotas sus naves y les es contrario el cielo" Con estas palabras
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VIRGILIO
inflamó aquel corazón, ya abrasado por el amor, dio espe-
ranzas a aquel ánimo indeciso y acalló la voz del pudor.
Lo primero se dirigen a los templos e imploran el favor
de los dioses en los altares; inmolan, con arreglo a los ritos,
dos ovejas elegidas a Ceres legisladora, a Febo y al padre
Lieo, y ante todo a Juno, patrona de los lazos conyugales. La
misma hermosísima Dido, alzando una copa en la diestra, la
derrama entre los cuernos de una vaca blanca, o bien recorre
lentamente por delante de las imágenes de los dioses los
altares bañados de sangre, renueva cada día las ofrendas, y
escudriñando con la vista los abiertos pechos de las víctimas,
consulta sus entrañas palpitantes. ¡Oh vana ciencia de los
agüeros! ¿ De qué sirven los votos, qué valen los templos a la
mujer que arde en amor? Mientras invoca a los dioses, una
dulce llama consume sus huesos y en su pecho vive la oculta
herida: arde la desventurada Dido y vaga furiosa por toda la
ciudad; cual incauta cierva herida en los bosques de Creta
por la flecha que un cazador le dejó clavada sin saberlo, huye
por las selvas y los montes dicteos, llevando hincada en el
costado la letal saeta. A veces conduce a Eneas consigo a las
murallas y ostenta las riquezas sidonias y las comenzadas
obras de la ciudad; empieza a hablarle y separa a la mitad del
discurso; otras veces, al caer la tarde, le brinda con nuevos
festines, y quiere, en su demencia, oír segunda vez los desas-
tres de Troya, y segunda vez se queda pendiente de los labios
del narrador. Luego, cuando ya se han separado, y obscura
también la luna oculta su luz, y los astros que van declinando
convidan al sueño, gime de verse sola en su desierta morada,
y se tiende en el lecho antes ocupado por Eneas. Ausente le
ve, ausente le oye; tal vez estrecha en su regazo a Ascanio,
creyendo ver en él la imagen de su padre, y por si puede así
engañar un insensato amor. Ya no se levantan las empezadas
torres; la juventud no se ejercita en las armas ni trabaja en los
puertos ni en las fortificaciones. Interrumpidas penden las
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LA
ENEIDA
obras, y gran ruina amenazan los muros y las máquinas que
se levantaban hasta el firmamento.
Cuando la amada esposa de Júpiter, hija de Saturno, vio
que Dido era presa de tamaño mal, y que el cuidado de su
fama no bastaba a contener su ardiente pasión, dirigióse a
Venus con estas palabras: "¡Insigne loor alcanzáis en verdad,
y magníficos despojos, tú y tu hijo! ¡Grande y memorable
hazaña, que una mujer sea vencida por las artes de dos nú-
menes! No se me oculta que temes nuestras murallas y que
te recelas de las moradas de la alta Cartago. Pero ¿ como
acabará todo esto, y a qué conducen ahora tan grandes lu-
chas? ¿ Por qué no hemos de concertar más bien eterna paz
y un himeneo? Ya has conseguido lo que tanto deseabas.
Dido arde de amores; un ciego furor ha penetrado en sus
huesos. Rijamos, pues, ambos pueblos, unidos bajo nuestro
común amparo; consiente que Dido sirva a un esposo frigio,
y sean los Tirios la dote que le dé tu mano."
Venus, conociendo el ardid de Juno, que hablaba así con
objeto de llevar a las playas africanas el reino de Italia, le
respondió de esta manera: "¿Quién había de ser tan insen-
sato, que rehusase tales proposiciones o prefiriese ponerse
en pugna contigo? Falta sólo que la fortuna favorezca tus
planes; pero dudo si los hados, dudo si la voluntad de Júpiter
consentirán que se junten en una sola ciudad los Tirios y los
desterrados de Troya, y aprueben esa mezcla de pueblos y
esa proyectada alianza. Tú eres su esposa: a ti te toca doblar
su ánimo con ruegos. Empieza; yo te seguiré." Así repuso
entonces la regia Juno:
" De mi cuenta es eso: escúchame ahora; voy a decirte
brevemente por qué medio podrá conseguirse lo que tanto
importa. Eneas y la desgraciada Dido se disponen a ir de
caza al monte apenas despunte el sol de la mañana e ilumine
el orbe con sus rayos. Yo desataré sobre ellos un negro tem-
poral de agua y granizo, y haré retemblar con truenos el fir-
mamento, mientras recorran el bosque los veloces jinetes, y
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VIRGILIO
los ojeadores le cerquen de empalizadas. Huirá la comitiva,
envuelta en opacas tinieblas; Dido y el caudillo troyano irán a
refugiarse en la misma cueva; yo estaré allí, y si puedo contar
con tu voluntad, los uniré con indisoluble lazo y Dido será
de Eneas. Allí acudirá Himeneo." Accedió Citerea sin difi-
cultad a lo que le pedía Juno, riéndose de su descubierto
ardid.
En tanto la naciente aurora se levanta del océano, y la
flor de la juventud sale de la ciudad, llevando con profusión
apretadas redes, lonas y jabalinas de ancha punta de hierro;
acuden precipitadamente los jinetes masilios y las jaurías de
mucho olfato. Los primeros caudillos cartagineses esperan
en el umbral del palacio a la Reina, que aun se detiene en el
lecho; vistosamente enjaezado de púrpura y oro su caballo
está a la puerta, tascando impaciente el espumoso freno.
Adelántase por fin Dido, acompañada de numeroso séquito,
cubierta de una clámide sidonia con cenefa bordada; lleva
una aljaba de oro, recogido el cabello en dorada redecilla y
prendida la purpúrea vestidura con un áureo broche. Sí-
guenla los Frigios y el alegre Iulo; a su frente el mismo
Eneas, el más hermoso de todos, se reúne a ella y con esto se
juntan ambas comitivas. Cual Apolo cuando abandona la
helada Licia y las corrientes del Xanto, y visita la materna
Delos, instaura los coros y mezclados los Cretos, los Driopes
y los pintados Agatirsos, se revuelven furiosos al derredor de
los altares, mientras él recorre las cumbres del Cinto, y ajus-
tando la cabellera suelta al viento, la sujeta con delicada guir-
nalda de hojas y oro, pendiente de los hombros la sonora
aljaba; tal y no menos gallardo iba Eneas, no menos hermo-
sura resplandecía en su noble rostro. Luego que llegaron a
los altos montes y penetraron en sus más intrincadas guari-
das, he aquí que las cabras monteses se precipitan de las fra-
gosas cumbres, mientras por otro lado los ciervos cruzan
corriendo el llano y abandonan los montes, huyendo reuni-
dos en polvoroso tropel. En medio de los valles el niño As-
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LA
ENEIDA
canio rebosa de gozo en su fogoso caballo y se adelanta en la
carrera, ya a unos, ya a otros, pidiendo a los dioses que le
envíen entre aquellos tímidos rebaños un espumoso jabalí o
que un rojo león baje del monte.
Empieza entre tanto a revolverse el cielo con grande es-
trépito, a que sigue un aguacero mezclado de granizo, con lo
cual los Tirios y la troyana juventud y el dardanio nieto de
Venus, dispersados por el miedo, van en busca de diversos
refugios; los torrentes se derrumban de los montes. Dido y
el caudillo troyano llegan a la misma cueva; la Tierra la pri-
mera y prónuba Juno, dan la señal; brillaron los relámpagos y
se inflamó el éter, cómplice de aquel himeneo, y en las más
altas cumbres prorrumpieron las ninfas en grandes alaridos.
Fue aquel día el primer origen de la muerte de Dido y el
principio de sus desventuras, pues desde entonces nada le
importe de su decoro ni de su fama; ya no oculta su amor,
antes le da el nombre de conyugal enlace, y con este pretexto
disfraza su culpa.
Vuela al punto la Fama por las grandes ciudades de la Li-
bia; la Fama, la más veloz de todas las plagas, que vive con la
movilidad y corriendo se fortalece; pequeña y medrosa al
principio, pronto se remonta a los aires y con los pies en el
suelo, esconde su cabeza entre las nubes. Cuéntase que irri-
tada de la ira de los dioses, su madre la Tierra, la concibió,
última hermana de Ceo y Encélado, rápida por sus pies y sus
infatigables alas; monstruo horrendo, enorme, cubierto el
cuerpo de plumas, y que debajo de ellas tiene otros tantos
ojos; siempre vigilantes, ¡oh maravilla! y otras tantas lenguas
y otras tantas parleras bocas y aguza otras tantas orejas. De
noche tiende su estridente vuelo por la sombra entre el cielo
y la tierra, sin que cierre nunca sus ojos el dulce sueño; de día
se instala cual centinela en la cima de un tejado o en una alta
torre, y llena de espanto las grandes ciudades, mensajera tan
tenaz de lo falso y de lo malo, como de lo verdadero. Enton-
ces se complacía en difundir por los pueblos multitud de
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VIRGILIO
especies, pregonando igualmente lo que había y lo que no
había; que era llegado Eneas, descendiente del linaje troyano,
con quien la hermosa Dido se había dignado enlazarse, y que
a la sazón pasaban el largo invierno entre placeres, olvidados
de sus reinos y esclavos de torpe pasión. Estas cosas va di-
fundiendo la horrible diosa por boca de las gentes. Al punto
tuerce su vuelo hacia el rey Iarbas, e inflama su corazón y
atiza en él las iras con sus palabras.



Traduccion



“Sum patria ex Ithaca, comes infelicis Ulixi,
nomine Achaemenides, Troiam genitore Adamasto
615paupere—mansissetque utinam fortuna!—profectus.
Hic me, dum trepidi crudelia limina linquunt,
inmemores socii vasto Cyclopis in antro
deseruere. Domus sanie dapibusque cruentis,
intus opaca, ingens; ipse arduus, altaque pulsat
620sidera—Di, talem terris avertite pestem!—
nec visu facilis nec dictu adfabilis ulli.
Visceribus miserorum et sanguine vescitur atro.
Vidi egomet, duo de numero cum corpora nostro
prensa manu magna, medio resupinus in antro,
625frangeret ad saxum, sanieque aspersa natarent
limina; vidi atro cum membra fluentia tabo
manderet, et tepidi tremerent sub dentibus artus.
Haud impune quidem; nec talia passus Ulixes,
oblitusve sui est Ithacus discrimine tanto.
630Nam simul expletus dapibus vinoque sepultus
cervicem inflexam posuit, iacuitque per antrum
immensus, saniem eructans et frusta cruento
per somnum commixta mero, nos magna precati
numina sortitique vices, una undique circum
635fundimur, et telo lumen terebramus acuto,—
ingens, quod torva solum sub fronte latebat,
Argolici clipei aut Phoebeae lampadis instar,—
et tandem laeti sociorum ulciscimur umbras.
Sed fugite, O miseri, fugite, atque ab litore funem
640rumpite.
Nam qualis quantusque cavo Polyphemus in antro
lanigeras claudit pecudes atque ubera pressat,
centum alii curva haec habitant ad litora volgo
infandi Cyclopes, et altis montibus errant.
645Tertia iam lunae se cornua lumine complent,
cum vitam in silvis inter deserta ferarum
lustra domosque traho, vastosque ab rupe Cyclopas
prospicio, sonitumque pedum vocemque tremesco.
Victum infelicem, bacas lapidosaque corna,
650dant rami et volsis pascunt radicibus herbae.
Omnia conlustrans, hanc primum ad litora classem
conspexi venientem. Huic me, quaecumque fuisset,
addixi: satis est gentem effugisse nefandam.
Vos animam hanc potius quocumque absumite leto.”




At genus e silvis Cyclopum et montibus altis
excitum ruit ad portus et litora complent.
Cernimus adstantis nequiquam lumine torvo
Aetnaeos fratres, caelo capita alta ferentis,
concilium horrendum: quales cum vertice celso
680aeriae quercus, aut coniferae cyparissi
constiterunt, silva alta Iovis, lucusve Dianae.
Praecipites metus acer agit quocumque rudentis
excutere, et ventis intendere vela secundis.
Contra iussa monent Heleni Scyllam atque Charybdin
685inter, utramque viam leti discrimine parvo,
ni teneant cursus; certum est dare lintea retro.
Ecce autem Boreas angusta ab sede Pelori
missus adest. Vivo praetervehor ostia saxo
Pantagiae Megarosque sinus Thapsumque iacentem.
690Talia monstrabat relegens errata retrorsus
litora Achaemenides; comes infelicis Ulixi.













viernes, 11 de enero de 2013

Historia de Laoconte

Cuenta que un dia se encontraron con un caballo enorme hecho de madera por los aquieros como simbolo de ofrenda para los dioses. Pero Laoconte propuso quemarlo porque desconfiaba y continuacion dos grandes serpientes salieron de las aguas matando a sus dos hijo, el se enfrento a ella por la desesperacion de la situacion y acabo muriendo.


Laocoonte y sus hijos es un grupo escultórico griego de datación controvertida,1 aunque suele considerarse una obra original de principios de la era cristiana.2 La obra es de un tamaño algo mayor al natural, de 2,45 m de altura y está ejecutada en mármol blanco.3 Se encuentra en el Museo Pío-Clementino perteneciente a los Museos Vaticanos de Roma,4 y junto al Torso del Belvedere es el único original griego del antiquarium.2 Representa la muerte del sacerdote troyano Laocoonte, o Laoconte, castigado por los dioses a morir estrangulado por serpientes marinas junto a sus dos hijos. La obra fue realizada por Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas, pertenecientes a la Escuela rodia.



Pasaje de Virgilo

Primus ibi ante omnis, magna comitante caterva,
Laocoön ardens summa decurrit ab arce,
et procul: “O miseri, quae tanta insania, cives?
Creditis avectos hostis? Aut ulla putatis
dona carere dolis Danaum? Sic notus Ulixes?
45aut hoc inclusi ligno occultantur Achivi,
aut haec in nostros fabricata est machina muros
inspectura domos venturaque desuper urbi,
aut aliquis latet error; equo ne credite, Teucri.
Quicquid id est, timeo Danaos et dona ferentis.”
50Sic fatus, validis ingentem viribus hastam
in latus inque feri curvam compagibus alvum
contorsit: stetit illa tremens, uteroque recusso
insonuere cavae gemitumque dedere cavernae.
Et, si fata deum, si mens non laeva fuisset,
55impulerat ferro Argolicas foedare latebras,
Troiaque, nunc stares, Priamique arx alta, maneres.
[...]
Talibus insidiis periurique arte Sinonis
credita res, captique dolis lacrimisque coactis,
quos neque Tydides, nec Larisaeus Achilles,
non anni domuere decem, non mille carinae.
Hic aliud maius miseris multoque tremendum
200obicitur magis, atque improvida pectora turbat.
Laocoön, ductus Neptuno sorte sacerdos,
sollemnis taurum ingentem mactabat ad aras.
Ecce autem gemini a Tenedo tranquilla per alta—
horresco referens—immensis orbibus angues
205incumbunt pelago, pariterque ad litora tendunt;
pectora quorum inter fluctus arrecta iubaeque
sanguineae superant undas; pars cetera pontum
pone legit, sinuatque immensa volumine terga.
Fit sonitus spumante salo; iamque arva tenebant,
210ardentisque oculos suffecti sanguine et igni,
sibila lambebant linguis vibrantibus ora.
Diffugimus visu exsangues: illi agmine certo
Laocoönta petunt; et primum parva duorum
corpora natorum serpens amplexus uterque
215implicat, et miseros morsu depascitur artus;
post ipsum auxilio subeuntem ac tela ferentem
corripiunt, spirisque ligant ingentibus; et iam
bis medium amplexi, bis collo squamea circum
terga dati, superant capite et cervicibus altis.
220Ille simul manibus tendit divellere nodos,

perfusus sanie vittas atroque veneno,
clamores simul horrendos ad sidera tollit:
quales mugitus, fugit cum saucius aram
taurus, et incertam excussit cervice securim.
225At gemini lapsu delubra ad summa dracones
effugiunt saevaeque petunt Tritonidis arcem,
sub pedibusque deae clipeique sub orbe teguntur.
Tum vero tremefacta novus per pectora cunctis
insinuat pavor, et scelus expendisse merentem
230Laocoönta ferunt, sacrum qui cuspide robur
laeserit, et tergo sceleratam intorserit hastam.
Ducendum ad sedes simulacrum orandaque divae
numina conclamant.